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Con ella se marcharon esas viejas costumbres,
el chal, el chocolate, la hora de cenar,
se fueron lentamente las canciones de antaño,
aquellas dulces coplas que no volví a escuchar.
Y era tan dulce y tierna como una melodía
era faro de luces y el fogón de mi hogar.
sus amadas palabras aun viven todavía,
en la rutina triste que no sabe olvidar..
La abuela era una santa, una mujer bendita,
que me amo simplemente con amor maternal,
y viven las auroras de su amable sonrisa
y el apoyo que nunca volveré yo a encontrar.
Como extraño en la vida sus amables caricias,
los besos, los abrazos, que fueron mi delicia…
de niño en su regazo me dormí tantas veces
y en mi abuela adorada siempre pude confiar.
Y sé que las abuelas cuando se van al cielo
para siempre nos dejan un amor especial,
tan hondo , tan sincero, tan amable y tan bueno,
que en el alma persiste su recuerdo inmortal.
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Fabio A. Pabón M.
CURANDERO TANGO.
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