POR UN AYER, HOY TAN LEJANO.
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Por noches de idílicos delirios,
donde el amor reino con osadía,
y en las que la pasión era un abismo
donde reflejados nos vemos todavía.
Por aquellas caricias que se fueron
y que en su afán de partir solo dejaron
un sabor a nostalgia que regresa
por lo que en el anaquel yace olvidado.
Noches de extasiada plenitud
en las que fuimos inmortales,
en las que copas frugales desafiaron
al pudor y a todo lo que era censurado.
En las que ciegos de emoción y de ilusión
amamos con desorbitada plenitud;
por aquellas noches de azules madrugadas
en las que el corazón se sentía acorazado.
Yo brindo por un ayer, hoy tan lejano,
con la complacencia infinita
de saber que he vivido,
y que deje una huella que el tiempo no ha borrado.
Porque sé que como yo
alguien en sus añoranzas me recuerda,
y que la memoria que deje en sus labios
a sus noches de ausencia con emoción regresa.
Hoy brindo por ese amanecer de doradas primaveras,
en los que la juventud era un arrullo,
en los que la esperanza conversaba en las mesas,
y de estrellas llenaba la ilusión del futuro.
Qué bello es saber que hemos vivido,
que quisimos a alguien y alguien también nos quiso,
que al tirar la atarraya sobre un mar de luceros
pescamos la terneza de sueños infinitos.
Como garzas cansadas que volaron muy lejos
las ilusiones llegan y al quedarnos dormidos,
un nido estrecha el alma que abriga muchedumbres
de memorias que viven en un rincón querido.
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Fabio A. Pabón M.
CURANDERO TANGO.
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